PERIÓDICO ESCOLAR - ULTREIA LEX

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EDITORIAL - MTRO. JORGE ALFREDO CLEMENTE PÉREZ

Pues si bien es verdad que el Presidente Donald Trump no quiso usar cubrebocas durante la pandemia, no menos cierto resulta que los medios de comunicación le colocaron uno bastante ajustado en medio de un proceso electoral muy cuestionado. Es de enorme preocupación la censura de que fuera objeto el Presidente Trump por los medios de comunicación tradicionales y algunas redes sociales, al impedirle la difusión libre de sus opiniones, relativas a lo que consideró como fraude electoral, con el pretexto de que decía “mentiras”, porque no exhibía evidencias de sus afirmaciones. Es inquietante, porque esa medida y los argumentos con que se sostiene, no distingue entre lo que es el derecho a la libertad de expresión; el de los ciudadanos a recibir información; y el de libre pensamiento de cada individuo. El agraviado Presidente, con las supuestas violaciones electorales de que se duele, puede afirmar lo que considere en torno al tema electoral, aun sin tener obligación de presentar evidencia alguna, pues no se trata de ocurrir a un Tribunal, donde seguramente tendría que exhibirlas, sino de ejercer su libertad de expresión lisa y llanamente. Ahora bien, el asunto hasta ahí no tendría mayor comentario, pues en todo caso, hizo ejercicio de ese derecho en sus múltiples conferencias públicas. Pero si vinculamos esa prerrogativa con la de los ciudadanos a estar informados sobre todos los asuntos públicos, y la correlativa de los medios de comunicación a informar (que conste que la obligación no es informar lo que consideren “verdad”, sino simplemente a informar los hechos acontecidos) cabria preguntarse si omitir la información, previo censo de veracidad, no se traduce en una violación a los derechos humanos de recibir la información; y mas aun, cuestionar si ello no constituye un agravio directo de aquel derecho. Los medios de comunicación tienen la obligación ética de informar los acontecimientos que afectan la vida pública en general, cumplen un papel muy importante en ese rubro porque son mecanismos articulados para que el pueblo conozca los sucesos y, en torno a este asunto, deben ser acuciosos y oportunos, pues a causa de indolencia o negligencia en ello, pueden los ciudadanos resentir daños graves, inclusive en su integridad física, como podría resultar el omitir o tergiversar, información sobre algún fenómeno meteorológico, por considerar que no incorpora riesgo alguno, resultando innecesario prevenir a la población, con la justificación de no generar alarma ociosa.

Por ello la información, como tal, debe brindarse oportuna y ampliamente a la población en general. Luego, si los medios de comunicación consideran que no merece alarma alguna para formar opinión pública al respecto, ello tendrá que ver más, con la libertad de pensamiento, que con la obligación de informar; y en esos casos, desde luego que están en absoluta libertad de opinar lo que consideren conveniente.

 

La censura de que fue objeto el mismísimo Presidente del “país de las libertades”, enciende un foco rojo preocupante, sobre el papel que pretenden asumir los medios de comunicación, en el sentido de levantarse como poseedores de la “verdad” y no sólo de la información, apañándose el derecho a decidir sobre lo que se debe o no, informar a los pueblos, porque eso parece manipulación deliberada.

En la Edad Media, la humanidad atestiguó la encarnizada lucha por el poder que protagonizaron la Iglesia y las autoridades seculares políticas, para dirimir el control de la sociedad. Hoy, ocurrimos a presenciar algo similar. Ante el alejamiento de los lideres políticos, de los tradicionales poderes de facto, que tras bambalinas ejercieron por siglos el control sobre aquellos sin asumir responsabilidad histórica alguna, vemos dirigentes en franca rebeldía, enfrentados a los medios de comunicación, negándose al vasallaje subyacente que se ocultó durante décadas.

 

Ha llegado a tal extremo el desencuentro que, por primera vez, los medios demandan para sí, la prerrogativa de ser fiel de la balanza para decidir quien gobierna y quien no; cuál dice la verdad o miente; qué debe hacer el pueblo o qué debe tolerar, con absoluto cinismo y abiertamente. Y todo, ante los ojos sorprendidos de los pueblos, que observan inauditos, salir del closet a quienes permanecieron escondidos manipulando la vida pública ¡desde hace siglos!

 

Lo menos que habrá de preguntarse hoy es: ¿donde quedó la democracia?

 

El tapón de boca que dieron los medios de comunicación (incluyendo las redes sociales) al Presidente Donald Trump, haya sido verdad o mentira lo que afirmaba, es inequívoca señal del enorme peligro en que se han convertido para el desarrollo material de la democracia en los pueblos. Se erigen como nichos oligarcas que, bajo la película de la democracia, pretenden imponer a los dirigentes de las naciones y manipularlos, obligándolos a concederles dádivas y privilegios para obtener el apoyo del “gran censor”, pues de otro modo, son atacados y desprestigiados (aquí sí, con verdades o mentiras) para que su gestión política fracase.

 

En Latinoamérica el fenómeno es viejo y sabido, por ello se da por descontado. Y cuando han llegado a los principales cargos públicos, personas que se niegan al vasallaje pretendido de los medios de comunicación, terminan sujetos al escarnio, la difamación y la calumnia, que se instrumenta con campañas abiertas en su contra alentadas por esos medios.

 

Ha llegado el tiempo de reflexionar seriamente en este tema. Aunque sea de manera genérica, cuidando no lastimar los derechos de la libre expresión y opinión de los humanos, se debe legislar sobre el derecho a recibir información sobre hechos públicos, oportuna y fehacientemente, considerándolo una obligación de los medios de comunicación y prohibiéndoles descontextualizar, manipular, editar o peor aun, censurar, dicha información, con independencia de que mantengan su libertad de opinar al respecto. Fina línea que divide la información, de la opinión.

 

Por último, preguntaré si alguien puede explicar, que sucederá cuando bajo el mismo argumento que levantan hoy los medios a informar sólo lo que les parece adecuado, un día sean excluidos selectivamente de alguna conferencia de prensa, donde el articulante exprese que él, tiene derecho a elegir a quien da la información que posee. ¿Eso sí sería censura?

 

Es cuanto.

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