La dualidad entre La Ley y La Justicia

09 de septiembre de 2020

Andrea Canabal Aguilar

Teoría general del Derecho

La dualidad entre La Ley y La Justicia

“La cabeza podrá dictar leyes contra la pasión, pero el ardor puede más que la frialdad de una sentencia.”

El mercader de Venecia, William Shakespeare

A través de los siglos hemos asumido que los seres humanos no somos sino una suma de vivencias que repercuten en nuestra cotidianidad y a su vez generan un Ser autónomo e incapaz de idealizar una realidad adversa. Entendemos pues, que la especie racional no es más que el resultado de infinitas e inevitables causalidades y efectos trascendentales; entonces ¿Cómo juzgar a un individuo, o la conducta de este, si es la misma sociedad quién lo ha forjado?

En la película El mercader de Venecia a grandes rasgos se relata la historia de un mercader y un usurero, quienes participan en la trama de manera intermitente haciendo énfasis en la dualidad que existe entre ambos: Antonio, mercader cristiano que goza de derechos exclusivos para los adeptos a su religión, y Shylock, un judío usurero que vive en las limitantes que la sociedad en la que se desenvuelve, le impone. 

Como punto de partida sabemos que el filme tiene como finalidad enseñarnos la realidad de un hombre judío que, cansado de su estado de vulnerabilidad busca desesperadamente saciar su necesidad de venganza. Haciendo una analogía, podemos entonces asumir que éste juega el rol de La Justicia o la búsqueda subjetiva de ella; mientras tanto, el cristiano, quién dentro de su interpretación de objetividad y un criterio formulado por un respaldo social, representa La Ley.  

No se puede definir la acción de un individuo sin antes analizar su causa, y para entenderla, se necesita estudiar a una sociedad entera. Cada uno de nosotros somos la respuesta colectiva a los cuestionamientos de nuestros propios fallos, por lo tanto, ¿Cómo se cuestiona a aquel que, si bien es responsable de sus actos, no lo es de su desafortunada circunstancia?

Si bien es cierto que como seres pensantes tenemos la capacidad de razonar sobre nuestras acciones y hacernos responsables, también es cierto que detrás de cada una de nuestras decisiones hay un contexto social que define en gran parte nuestro comportamiento y que no siempre juega a nuestro favor, tal como en el caso de Shylock. ¿Qué hubiera pasado si él nunca hubiese sido humillado? ¿O si no hubiera nacido siendo parte de una minoría marginada?

Por otra parte, también tenemos esta otra cara de la moneda en la que, al contrario de la justicia, no suele ser cuestionada al estar previamente estipulada y autodenominada unilateral, aun cuando muchas veces no comprende más allá de su limitado trasfondo. El personaje de Antonio nos muestra como la justicia parece favorecer a su adversario mientras no se tiene conocimiento de la ley, sin embargo, al conocerse se torna una situación completamente diferente. Pero ¿por qué? La respuesta es sencilla: lo que para uno parecía ser la resolución justa del conflicto, para el otro representaba la desgracia; por ende, la ley plasmada aún con una supuesta finalidad objetiva no era suficiente para resolver dicha situación, debido a que sólo beneficiaba a una de las partes involucradas.

Desde mi trinchera, considero que la justicia sólo se concibe cuando todas las partes involucradas reciben lo considerablemente justo apelando al bienestar de cada uno de ellos y a su contribución positiva en la sociedad, de otro modo sólo se estaría persiguiendo el cumplimiento explícito de la ley y su único propósito sería salvaguardar el ejercicio de los derechos del más fuerte y oprimir al más vulnerable.

Si me preguntan acerca de la resolución del juicio de esta historia, puedo decir que, basándome en mi criterio, esta se encuentra muy alejada de la justicia. Percibo a Shylock como un hombre con la necesidad de recibir un trato igualitario y justo, y que dadas las circunstancias de la época y de la marginación de su comunidad, parece imposible lograr su cometido sin hacerlo por su propia cuenta. Su postura no es más que la consecuencia del trato recibido por parte de la misma sociedad que lo juzga, no es más que el deseo desesperado de ser tratado igual que su semejante. Esto no justifica sus acciones, sin embargo, se denota que es víctima de un sistema que no protege sus intereses.

Al final de la película podemos observar, una vez más, cómo se beneficia a quién siempre se ha protegido. Antonio no sólo no fue imputado, sino que también se le otorgo el derecho a decidir sobre los bienes e incluso, sobre la vida de Shylock, quién sólo buscaba hacer valer el contrato que previamente ambos habían acordado. Ciertamente él tenía intereses personales que entorpecían la resolución misma, sin embargo, por el contexto histórico damos por hecho que nada de lo que el usurero pedía era descabellado.  Por ello, de manera personal pienso que si bien, la ley debe intervenir en cualquier proceso jurídico para establecer límites, esta debe ser previamente analizada según el contexto, cerciorándose de que cual sea la decisión que se tome basándose en la misma, estará dando cabida a un acto justo para todas las partes involucradas.

Pero entonces, ¿en qué consiste la dualidad entre La Ley y La Justicia? En mi opinión, y a sabiendas de que dependen una de la otra, puedo decir que la ley es sólo el fundamento, y la justicia, la decisión que conlleva a una acción, es decir, el libre albedrio de cada persona el cuál define su intención y hacia qué propósito estará dirigida. Ahí se encuentra la dualidad, en nuestra capacidad de hacer de la existencia de dos conceptos, la compenetración justa para que siempre sea encaminada hacia una resolución que tenga una repercusión positiva en los involucrados y en la sociedad en general.

A modo de conclusión puedo decir que la película me ha hecho cuestionar mis ideales y la manera en la que percibo la ley y a su vez, la justicia a través de ella. Para mí resulta imprescindible el análisis de las circunstancias antes de emitir un juicio. Creo firmemente en que el día que los seres humanos como sociedad entendamos que somos un ente colectivo y que la acción del otro inevitablemente repercute en nosotros, ese día lograremos la verdadera Justicia. Mientras tanto, seguiremos siendo no más que un cúmulo de obstinadas utopías.

 La Ley si bien tiene un fin objetivo y claramente benéfico, se necesita de la subjetividad no escrita, que le da el sentido de humanidad que un código no puede darnos.

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